Durante la adolescencia, construir la propia identidad implica enfrentarse a dudas, comparaciones y la búsqueda constante de aceptación. En este proceso, muchos jóvenes comienzan a cuestionarse su propio valor: se sienten inseguros, piensan que no son suficientes o creen que todo lo hacen mal. Estas sensaciones no son una señal de debilidad, sino una forma de expresar la dificultad de encontrarse a sí mismos en una etapa llena de cambios y exigencias.
La presión por rendir, destacar o encajar puede generar una autocrítica constante y una sensación de fracaso que afecta la confianza y la motivación. Las redes sociales, la comparación con los demás y los mensajes idealizados sobre el éxito o la apariencia física también pueden alimentar esta mirada exigente hacia uno mismo. Cuando la autoestima se debilita, los adolescentes pueden volverse más reservados, evitar nuevos retos o mostrarse demasiado duros consigo mismos ante el error.
Detrás de esa autocrítica excesiva suele haber una necesidad profunda de reconocimiento, afecto y seguridad. Sentirse valorado, escuchado y comprendido permite que el adolescente empiece a verse con otros ojos: no desde el juicio, sino desde la posibilidad de crecer y aprender. La autoestima no se impone, se construye día a día, a través de experiencias de aceptación, confianza y acompañamiento.
En Albores, acompañamos a adolescentes y familias a comprender el origen de estas inseguridades y a reforzar los recursos emocionales que ayudan a recuperar la confianza. A través del trabajo educativo, la orientación familiar y la escucha activa, promovemos espacios donde los jóvenes puedan reconocer sus fortalezas, valorar sus logros y desarrollar una relación más amable consigo mismos y con los demás. Creer en uno mismo es un proceso que se aprende, y nunca es tarde para empezar.
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