La falta de motivación, los cambios de humor, la irritabilidad o la apatía en la infancia y la adolescencia no siempre son una cuestión de actitud. A veces, detrás de ese cansancio o desinterés, hay un malestar que cuesta expresar o reconocer. La depresión en estas etapas puede mostrarse de muchas formas: aislamiento, dificultades de concentración, alteraciones del sueño o del apetito, o la pérdida del interés por aquello que antes generaba ilusión.
Cuando un niño o adolescente parece apagado, se desconecta de los demás o muestra desesperanza, suele estar intentando afrontar emociones que le superan. Factores como la presión escolar, los conflictos familiares, las dificultades en las relaciones o experiencias de pérdida pueden influir en este estado emocional. Entenderlo no significa quitarle importancia, sino reconocer que detrás hay una necesidad de apoyo, escucha y acompañamiento.
Desde una mirada comprensiva, en Albores trabajamos junto a las familias y los profesionales de referencia para identificar las causas de ese malestar y ofrecer apoyo emocional y educativo. Nuestro objetivo es acompañar, no juzgar: crear espacios seguros donde niños, niñas y adolescentes puedan recuperar la confianza, sentirse comprendidos y volver a conectar con sus propias capacidades y con los demás.
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